La primera vez que fui a un estadio de
fútbol fue al Metropolitano con mi papá. Si mis cálculos no me fallan fue en el
2000, con 7 años, un partido que el Junior le ganó 1-0 al Bucaramanga. La
primera camiseta de fútbol que tuve (de la que tengo conocimiento más bien)
también fue del Junior. Me la regaló mi abuela, era la del Junior temporada
2001 de Libertadores, con el 11 de Henry Zambrano en la espalda. Me la dio
previo a la serie con Boca Juniors de octavos de final. Me acuerdo era el kit
completo marca Torino.
Empecé a ir con mi papá, a veces solos y
otras veces con sus amigos. Cuando crecí iba con los míos. Muchas veces con
estos últimos nos fuimos en Dacia y nos devolvíamos en chance. No nos
importada. Compraba el abono, esos que eran como de papel y en la puerta había
alguien con un perforador para marcar el día.
Del estadio tengo mil anécdotas de las que
la única que voy a mencionar fue la que más me impactó, y fue ver a un amigo
llorar en la final del 2010 contra La Equidad porque él “siempre había soñado
con ver al Junior campeón en Barranquilla”.
Es decir, muchos de mis recuerdos, de
infancia y recientes, tienen que ver con el Junior. He gritado, he llorado, me
he quedado afónico, y estoy seguro que no soy al único al que el estado de
ánimo le cambia dependiendo de una victoria, empate o derrota. No soy de esos
que pelean y se matan por el equipo, pero sí puedo decir que amo al Junior (sí,
lo amo). Trato de leer todo lo posible de él, siempre estoy pendiente de su
actualidad, trato de informarme de su historia, me conozco las inferiores, y
cuando estoy en Barranquilla trato de no perderme un partido en el estadio.
Por el simple hecho de estudiar fuera del
país, me es imposible visitar con la frecuencia que deseo al Coloso de la Ciudadela.
Aquí no estoy para criticar a los que van o no al estadio, aquí estoy es para
decirle a los jugadores, pedirles el favor, que quieran está camiseta. Yo no
estoy pidiendo ver a los Heleno de Freitas, Caimán Sánchez, Tim, Dida o Othon
Da Cunha que vieron mis abuelos, o a los Victor Ephanor, Carlos Babington y
Carlos Valderrama que vio mi papá, yo solo pido ver unos jugadores que quieran
la camiseta, que la sientan, que la suden y que se sientan privilegiados por
estar ahí. Yo hubiera dado una vida por ser jugador profesional, y hubiera dado
tres más por haber podido jugar si quiera 15 minutos en el Junior.
Lo de hoy es algo que se viene dando desde
la segunda fecha, pero que cada vez es peor. Solo el segundo tiempo contra
Chicó, y en gran parte la segunda mitad de hoy contra Santa Fe, mostró esos
huevos que la gente les pide a los jugadores. No les digo que la amen como lo
hacemos muchos de nosotros, porque sería imposible en tan poco tiempo, pero
sepan que esos colores valen, que son importantes para muchos y que es un honor
vestirlos.
Yo he visto nominas malas en Junior, muy
malas, y está no se le acerca ni un poquito. Ustedes tienen el fútbol para
hacer más de lo que están haciendo y darle a esta hinchada un poco más de
respeto, porque no es justo que todos los equipos vengan a pisotearnos en
nuestra casa, un lugar que por muchos años fue un fuerte inexpugnable.
Ojalá algún jugador lea esto, y en ningún
momento los estoy ofendiendo, y si se sienten así les pido perdón, porque no es
mi intención, solo les estoy pidiendo ese favor, que si les toca ponerse esa
camiseta, la de franjas rojas y blancas, y entrar a una cancha, defiéndanla a
morir, corran hasta que las piernas no les den más, y cuando pase esto, corran aún
más. Que los calambres sean un sinónimo de meter huevos. Que sepan que detrás
de ustedes hay unas cuantas millones de personas empujando por ustedes, por la
victoria.