Cuando el fútbol profesional se inició en Colombia en 1948, no todos los equipos tenían estadio. Se jugaba en canchas polvorientas, en donde la gente se aglomeraba cerca de la línea de banda para ver a sus primeros ídolos.
Las escuadras traían muchos jugadores
extranjeros, algunos muy buenos, otros que rozaban lo aceptable. No había videos
ni veedores en el exterior, así que los dirigentes confiaban en haber hecho una
buena compra.
Para el próximo torneo fue incrementando la
cifra de jugadores foráneos pero con ella también la calidad. A Millonarios
llegaron unos argentinos que revolucionaron el fútbol colombiano: Pedernera, Di
Stéfano y Rossi. Con la llegada de ellos, más otros, se inició “El Dorado”.
Millonarios se hizo mundialmente famoso. Los
equipos europeos hacían sus giras por América, y visitar al club bogotano era
una obligación. A ellos también los invitaban a diferentes partidos amistosos
por Europa, logrando así su apodo de embajadores. Esto también ayudó a que
otros equipos colombianos hicieran giras, ya que el fútbol en Colombia ganó
mucho nivel.
Los partidos quedaban 7-4, 6-0, 10-2 o como el
12-1 que le propinó Samarios (Unión Magdalena) a la Universidad de Bogotá, no
como los mezquinos 0-0 de hoy en día.
Jugadores mundialistas, como Elba de Pádua
(Brasil) que vino al Junior junto con Heleno de Freitas. Los que vieron jugar a
este último dicen que su clase era única, que era uno de esos jugadores que
aunque no dieron títulos al equipo, la gente llenaba el estadio para verlo
jugar. Y no creo que estuvieran tan equivocados, ya que le hicieron una
película.
Los años avanzaron y ese fútbol se acabó.
Ahora, estamos acostumbrados a que si un equipo marca el 1-0 tiene que
inmediatamente defender el resultado. El fútbol colombiano se volvió feo,
jugando al pelotazo, buscando el error del rival. Cuando el fútbol probó las
mieles del dinero, de la fama, cuando se convirtió en un negocio, se acabó.
Privilegiados los que pudieron verlo.