Lloré cuando Falcao metió el penal para el 3-3 ante Chile. Volví a llorar cuando se acabó el partido y regresamos a un mundial después de 16 años. Lloré cuando canté el himno en el Mineirao ante Grecia y me tocó abrazarme con una familia cachaca que estaba atrás mío. Lloré más cuando lo seguimos cantando a capela. Lloré contra Japón cuando un desconocido me abrazó lleno de lágrimas en el himno. Y volví a llorar cuando vi a James destruido tras caer con Brasil. Malditos prejuicios de que los hombres no lloran, el que me quiera considerar un llorón que lo haga, pero una de las mejores sensaciones que existe es poder llorar de felicidad por algo.
Yo era de los que pensaba que Colombia podía llegar lejos este mundial, me veía en semifinales, pero lo que no veía era a un pueblo que se unió en el unísono. Lo que no veía era un pueblo que se identificara tanto con un simple símbolo. Lo que no veía era un dios terrenal que vistiera una camiseta adornada con el número 10. Lo que no veía era un tipo canoso que nos hiciera retomar la confianza en nosotros mismos. Lo que no veía era que 23 individuos nos enseñarán que los sueños también se cumplen. Lo que no veía era a una nación entera movilizarse en pro de un mismo sentimiento. Lo que no veía era un río de lágrimas de orgullo. Lo que no veía era tan inmensa alegría entre tanta historia de dolor. Lo que no veía era la bandera de nuestro país ondeando en todo el mundo.
¿Qué si duele? No se imaginan. ¿Qué si estoy orgulloso? Tampoco se lo alcanzan a dibujar en su cabeza. Algún tiempo atrás leí que Colombia supo lo que era ganar cuando Kid Pambelé le ganó a Peppermint Frazer el título mundial, y es verdad. Lo mismo en el fútbol. Sin rozar los niveles de la mediocridad, para mi esto es un triunfo, y me lleno de orgullo. De los perdedores nadie se acuerda, pero Colombia, al igual que la famosa Naranja Mecánica, es la excepción.
Por eso, a ustedes, a los 23 que estuvieron en el Mundial, al cuerpo técnico, a los que estuvieron en las eliminatorias, y a todos los que hicieron parte de esto, muchas gracias, para mi todo esto era un sueño, y ustedes lo hicieron realidad. Para mi ya son eternos.
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