Llegó a Barranquilla con gafas y camisa de botones. Parecía
más modelo que futbolista, sin embargo el que conoce de fútbol sabía quién era.
Parecía mentira que un jugador con sus números viniera a Junior a esa edad,
joven. Era raro, pero los Char de vez en cuando sacan un conejo del sombrero.
En esta oportunidad la idea era la Copa Libertadores.
Su primer partido fue en Magangué contra el Real Cartagena.
Debutó en una cancha horrible y perdimos 4-2. Yo pensaba en la decepción ese
día de él. Venir de jugar en Europa, semifinalista de Champions League, a un
estadio como el Diego de Carvajal. Seguro por su cabeza se le pasó si había
cometido un error. Si había tomado la decisión correcta de venir a esta
calurosa ciudad, de pronto hasta desconocida, y que ya en una oportunidad le
había jugado una mala pasada.
Ese primer semestre fue una decepción total. De seguro sus
dudas se le incrementaron. Ya el sueño de Libertadores se esfumó. Ese que
quizás le hubiera dado la posibilidad de saltar a un grande del continente o el
volver a Europa. Aún más, su regreso a la Selección. Puf. Chao.
Pero bueno, ya estaba metido en este cuento, le estaban
pagando muy bien, y la tenía que remar. La remó. Y la remó muy bien. No es un
secreto para nadie, y creo que es imposible objetar, que él era el mejor en
esos momentos. En una tanda de penales, nosotros siempre confiamos en que ese
man tape uno. Si los que patean los hacen todos, nosotros ganamos. Lo sabemos.
¿Cuántos no gritaron sus tapadas? ¿Cuántos no se abrazaron
cuando le tapó el penal a Mayer Candelo? ¿A cuántos no les devolvió el aire con
ese manotazo salvador al jugador del Once Caldas que mandó el balón por arriba
del horizontal? ¿Cuántos no empezaron a celebrar cuando se quedó con el cobro
de Pajoy? Ese 2011 lo cerró con una estrella. Lo recuerdo llorando abrazado a
Giovanni en la semifinal con Millonarios. Al final dijo que lo trajeron para
ser campeones, y eso hizo.
Pues bien. Pasaban los años, perdimos finales, ganamos
otras, dimos pena a nivel continental, llegamos lejos en otra. De todo un poco.
Los jugadores iban y venían. Y él ahí. Atrás. Debajo de los tres palos. Ya con
la banda de capitán en el brazo. Gritando. Apoyando al compañero. Motivando.
Dando un espaldarazo. Siendo un líder. No por nada un equipo rival le dedicó un
tifo.
Eso empezó hace ya casi siete años y medio. Hoy en día
algunos lo critican. Dicen que ya no es el mismo, que ha bajado su calidad, que
otros merecen el puesto. Para mi sigue siendo el mejor y lo dejo ahí, pero aquí
no estoy para hacerle cambiar la opinión a nadie.
Aquí estoy para agradecerle, capi, por todos estos años de
servicio, de lealtad. ¿Cuántos han venido y se han quedado tantos? ¿Cuántos
teniendo la posibilidad de irse a otro club han decidido quedarse? ¿Cuántos
extranjeros han durado tanto como él? ¿Cuántos se convierten en ídolos de
verdad?
Yo a usted le doy las gracias por todo lo que ha hecho, por
lo que le ha dado al club, por cómo ha sido, por cómo ha tratado la ciudad y
por haberla apropiado, así como al Junior, a esos colores y ese escudo que
tanto amamos. Gracias por ser un barranquillero y un juniorista más. Gracias
por llevar la cinta con altura y quedarse.
Feliz cumpleaños, Viera. Muchas gracias por venir.