A menudo le doy gracias a Dios por haberme dado el
privilegio de nacer en Barranquilla, y no lo hago porque lo considere el mejor
vividero del mundo, o por la gente barranquillera, lo hago porque me permitió
apropiarme de una herencia cultural llamada Junior. Con lo futbolero que soy me
da miedo haber nacido en otra ciudad y ser del equipo de ella, porque la verdad
amigo mío, no hay cosa más linda que ser de Junior.
Los hinchas rojiblancos tenemos un dicho que más que eso, es
una realidad: “si no se sufre, no es Junior”. Creo que solamente la muerte es
más verídica que eso. El sufrimiento y la querida de Barranquilla van agarrados
de la mano siempre, se casaron en 1924 y llevan 90 años de feliz (aunque con
peleas) matrimonio.
Junior me ha hecho llorar y me ha hecho reír, me ha dado
alegrías y me ha dado tristezas, me ha dado noches de parranda y otras de
tristeza y puños a la pared. Junior me dio una casa, me dio una familia
numerosa la cual siempre tiene un representante en cualquier parte del mundo.
Junior me presentó una de las sensaciones más hermosas que puede existir, y es
esa de abrazarte con alguien mientras gritas de emoción por algo. Junior en
parte moldeó mi futuro, porque una de las principales razones por la cual estudié
periodismo deportivo tiene un escudo a rayas rojas y blancas con 7 estrellas.
Recuerdo la final contra La Equidad en 2010. Era
miércoles, me graduaba del colegio en una semana y todavía no había podido
recuperar Química. Era la semana definitiva de recuperatorios, y el jueves tenía la milésima oportunidad, y posiblemente la
última, para recuperar la materia y poder recibir mi diploma en la ceremonia.
Creo que hice lo que hubiera hecho cualquiera: me llevé las hojas al estadio y
estudié allá. Junior campeón y graduado. Arriesgado, pero mejor no pudo haber
salido.
Un sinfín de recuerdos que giran en torno al tiburón. Creo
que todos nos acordamos cual fue la primera camiseta que tuvimos, nuestro debut
como hinchas en el Romelio o Metropolitano, un golazo o un partido que
presenciamos, y alguna experiencia que nos marcó para toda la vida.
Los estudios me alejaron de Barranquilla y de mi Junior,
pero el sentimiento sigue latente, y lo seguirá, y aunque esté lejos cada día
lo siento más, como muchos, porque los hinchas de papá somos muy pasionales.
A veces pienso que mi vida fuera mucho más tranquila si no
fuera por el Junior, pero gracias a Dios que estás en ella. Pasan los
jugadores, pasan los años, pero el sentimiento es lo que perdura en el tiempo,
y lo que mantiene vivo al equipo, porque esto es más que un simple equipo.
Nos has regalado la posibilidad de noches mágicas, de ver
desfilar a grandes artistas, de saber que los sueños se hacen realidad, de
conocer la derrota y de cómo levantarnos.
Nos enseñaste que en la vida no
todo es fácil, que hay que luchar para lograr las cosas, y que uno jamás debe
rendirse.
Por esto y por muchas cosas más, hoy en tu cumpleaños te doy
las gracias por dejarme conocerte y amarte, por enseñarme tantas cosas, y le
pido a los dioses del fútbol que te den muchos años más de existencia, porque
la verdad, no sé qué sería de mi vida sin ti.