martes, 14 de agosto de 2012

Lágrimas de oro


Mariana Pajón llegó a sus primeros Juegos Olímpicos con una gran responsabilidad: traer una medalla de Londres. A la bicicrocista colombiana le fue encomendado la tarea y el honor de ser la abanderada del país. A los 20 años cargaba las ilusiones de un país entero, que soñaba con repetir la hazaña lograda por María Isabel Urrutia, o como ella le dice, la heroína colombiana.
Mariana se veía comprometida con la misión encomendada. Desde pequeña estuvo acostumbrada a esa clase de exigencia, así que supo manejar la presión.
En la final ella sabía que los 46 millones de colombianos estaban viéndola.
Nadie se quería perder el momento. Estaba al tanto de las esperanzas que habíamos colocado en sus pedales. Por lo visto minutos antes (las tres carreras clasificatorias ganadas) estábamos seguros de que ella conseguiría una medalla, y el oro ya no era una ilusión, era factible.
Enseguida salió disparada, y como ella dijo, pedaleó con el corazón de todo un país. Siempre estuvo a la delantera, casi que mostrándole al resto cual era el camino a seguir. Volaba sobre la pista junto con ese caballo de hierro y cabalgaba hasta la meta. Esos 37.706 segundos jamás se le olvidaran.
Se erigió como esa salvadora que tanto necesita la patria, una figura de carne y hueso que le demuestre al mundo que Colombia no es solo guerra y narcotráfico.
Cuando llegó la alegría se le desbordó por los ojos en formas de gotas saladas. Eran incontenibles. En ese momento un llanto colectivo invadió alrededor del mundo a una comunidad de personas que tienen en común el amarillo, azul y rojo pintados en el pecho.
Luego vino la premiación, y ahí estaba ella. Con un brinco saltó a su pedestal. Era el más alto de todos.
Ella, con una sonrisa de oreja a oreja, dejó que le colgaran la tan anhelada medalla. Inmediatamente vino el himno.
Pero este era especial. No era el de las seis de la mañana o de la tarde en la radio. Este lo hizo sonar ella. Puso al mundo entero a escuchar "Oh gloria inmarcesible, o jubilo inmortal…".
Habíamos hecho historia en estas justas. Y no solo por ella, pero fue quien le puso el listón. Sus posteriores declaraciones nos hicieron sentir aun más orgullosos, como cuando le dijeron que era la Messi del BMX y ella respondió "no, soy Mariana". Así que creo que hablo por todos los colombianos cuando digo: eternas gracias Mariana.

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