jueves, 6 de septiembre de 2012

Simplemente El Pibe


Hace 51 años nacía en Santa Marta un hombre diferente al resto. Con su peinado y con sus pinceladas dentro de una cancha de fútbol, Carlos Alberto Valderrama se ganó el derecho a ser recordado eternamente como uno de los mejores jugadores que vio el mundo.

Debutando a los 19 años en el Unión Magdalena, El Pibe empezó a maravillar al público del Eduardo Santos y de todo el país con sus magnificas pinceladas. El joven de los rulos amarillos ya empezaba a ser sinónimo de clase y buen fútbol.

Gracias a El Pibe la selección Colombia entró al mapa futbolístico. Decir que nos llevó a tres mundiales consecutivos sería, creo yo, desprestigiar a una gran generación que lo acompañó en este proceso, pero hay que decir que la cabeza y quien conducía a este equipo era él.

Atrás quedaron las grandes tardes, como el pase para Freddy Rincón en el 1-1 ante Alemania en el Mundial de Italia 1990, o el 5-0 ante Argentina en Buenos Aires por las eliminatorias al Mundial de 1994. Vivió su época dorada en el Junior, consiguiendo dos títulos (1993 y 1995) y una semifinal de Copa Libertadores (1994).

Y no solo fueron logros a nivel colectivo los que logró El Pibe en su carrera. Elegido mejor jugador de Sudamérica dos veces (1987 y 1993) y estar dentro de los 100 mejores jugadores en la historia para la FIFA son posiblemente sus distinciones individuales más significativas.

Pero no todo fue alegría para el crack colombiano. Vivió la otra cara de la moneda tras el mundial de Estados Unidos, en donde la selección cafetera llegaba como candidatos y se fue eliminada en primera ronda. Tras volver al país asesinaron a su gran amigo Andrés Escobar, en una noticia que le dio la vuelta al mundo. Diez años más tarde volvió a sentir algo parecido, cuando Albeiro Usurriaga, un compañero de esa gran generación, era asesinado.

Se retiró a los 42 años (¡Sí, a los 42!) A esa edad todavía tenía una clase estupenda, y me acuerdo porque ahí fue la única vez que vi a El Pibe jugar en vivo. Fue en su despedida, en Barranquilla, que mi papá me llevó para verlo brillar por última vez como profesional. Hoy (y si bien me quedo corto) le doy las gracias a él por todo lo que le dio al fútbol colombiano, y aunque atrasado, ¡Feliz Cumpleaños Pibe!

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