sábado, 17 de diciembre de 2011

Un miércoles 14 de diciembre

Increíble. Sorprendente. Heroico. Magnífico. Épico. Perfecto. Inmenso. Supercalifragilisticoexpialidoso. Los adjetivos no alcanzan para poder encerrar en una sola palabra lo que se vivió ese miércoles 14 de diciembre del 2011. Una noche mágica, de esas que suceden nada mas en los sueños de los más optimistas, esas que uno no se puede perder, que pasan una vez cada mil años. Bueno, eso se vivió ayer 14 de diciembre de 2011 en el estadio Metropolitano. El destino (y el mal juego en Bogotá) puso al Junior en una batalla de David contra Goliat, o en un dicho mas coloquial, en una pelea de tigre con burro amarrado. El 3-0 en la ida a muchos los hacía presagiar lo peor. En Barranquilla muchos decían que los rojiblancos podían, pero por dentro no le tenían ni la más mínima fe. En la capital del país todo era fiesta, los medios bogotanos ya pintaban a Millonarios en la final y estaban más que seguros de ver una final cachaca. Pero hay un dicho muy cierto que dice que el que ríe de último, ríe mejor. Y eso fue lo que sucedió.



Durante los tres días antes del partido se sintió el apoyo al equipo. La reina del carnaval visitó el entrenamiento tiburón y les traspasó a los jugadores el sentimiento y pensamiento de los hinchas. El hashtag de “sí se puede” inundó twitter, tanto que El Heraldo puso como noticia más importante en la tapa del periódico de ese día la frase motivacional creada por el público barranquillero. A la hora de salir hacia el coloso de la ciudadela la fanaticada juniorista estaba esperando al equipo a las afueras de su hotel, para darle su voz de aliento, y decirles que no sólo toda una ciudad, sino toda una región estaban con ellos. La circunvalar tenía más camisetas de franjas rojas y blancas que “zapaticos” en toda la ciudad. Ya en el estadio (que no estaba repleto pero si con una gran cantidad de seguidores) el público se hizo sentir mucho antes del comienzo del partido. "Sí se puede, sí se puede, sí se puede" coreaban una y otra vez las (creo yo) más de 30 mil gargantas dentro del estadio. Un grito que se escuchó durante los 90 minutos de juego y en la tanda de penales. Una hinchada de 10, que llevaría al Junior a tocar el cielo con las manos.


En el juego no todo empezó como se esperaba. Un remate embajador que se estrelló en el palo empezando el partido nos hizo ver que iba a ser muy difícil, y como siempre, como buenos hinchas del Junior, íbamos a sufrir hasta la última jugada. Pero llegó el primer estallido de alegría a los 14 minutos, cuando Juan David Valencia con un tiro libre magistral dejó parado a Ramos y puso el 1-0. La siguiente explosión de jubilo se produjo 13 minutos después, cuando “la pulga” Hernández se convirtió otra vez en un gigante y se tiró en palomita para conectar un cabezazo perfecto. Así se fueron al entretiempo, con una fanaticada que aplaudió a los guerreros tiburones hasta que entraron todos al vestuario. Pero todavía faltaba algo para que la locura colectiva fuera completa. Y llegó al minuto 65 con una genialidad de G10, que en una baldosa dejó pasar como carrito de paleta en bajada a Lewis Ochoa, pensó, analizó y decidió que la mejor opción era definir por entre las piernas de Nelson Ramos. La bola entró lentamente, acción que detuvo millones de corazones, los cuales un segundo después estaban palpitando a mil. El capitán, el ídolo del Junior llevaba al equipo a los penales, y cumplía lo que para muchos era imposible, ganarle a Millonarios 3-0.




En los disparos desde los doce pasos sólo fue necesario que Sebastián Viera le detuviera el primer cobro a Mayer Candelo para que las tribunas fueran una fiesta. Luego todos se convirtieron, aunque Víctor Cortés puso a sufrir a más de uno con su disparo, el cual el arquero alcanzo a manotear. Llegó el turno del goleador, de Bacca, que con un remate a la base del palo culminó la faena.




La ciudad era un carnaval. Un miércoles 14 de diciembre Barranquilla estaba de fiesta. Nadie estaba en su casa, todos celebraban en la calle. Eso fue gracias a la victoria del Junior. Victoria que en parte, se debe al aliento de los hinchas, esos que están en las buenas y en las malas, esa afición que sufre, llora, grita y apoya siempre a su equipo. Esa afición juniorista que está repartida por el mundo. Así que a todos nosotros (sí, me incluyo) ¡GRACIAS TOTALES!

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