lunes, 21 de noviembre de 2011

El sueño argentino

Wilmar Yair Hidalgo nació en Quibdó, Choco hace 26 años. Ha vivido muchas desilusiones futbolísticas en su vida, de las cuales siempre saco algo positivo. Revolución Hidalgo, o La Pantera, como lo llaman en el Sportivo Barracas, su actual club en la Primera D de Argentina (5° División) en donde este delantero rápido y fuerte ya es figura. Este jugador, primo de Jackson Martínez, y muy amigo de los jugadores de su tierra como Marco Pérez, Wason y Carlos Renteria; tiene un sueño: en 2 años quiere estar jugando en la primera división del futbol argentino. Para esto le ha tocado hacer muchos sacrificios, como dejar a Luz, su esposa, quien estaba embarazada de Aura Rosa, su primera hija que nació en julio de este año y de la cual se perdió el nacimiento. Es su plus diario para lograr sus metas.

Todos los días sale temprano de un apartamento en La Boca, donde vive con un amigo, a tomar el bus que lo lleva a la estación de tren. Un viaje de más de hora y media a Pilar, en donde camina unos 20-30 minutos hasta el lugar de entrenamiento. En total, un poco más de dos horas y media de viaje. Luego del entrenamiento llega a su casa rápido para poder conectarse a internet y hablar con su esposa, ya que dice que lo más duro de todo fue haber dejado su familia y su hogar. Cuando tiene los domingos libres trabaja de árbitro para poder ganarse “unos pesos”, ya que en estas categorías se juega más por amor al fútbol que por los ingresos que te deja.

Sus primeros pasos en el fútbol profesional los dio en el Pereira, club donde se formo en las categorías inferiores. Fue a Millonarios, donde subió el primer escalón en falso. Llego a Bogotá con la maleta cargada de goles y sueños, pero no la pudo desempacar. Un paso frustrante por el conjunto azul, en donde nunca lo inscribieron como jugador de la plantilla, lo hicieron regresar a la capital risaraldense. El Deportivo Cali fue su siguiente misión. Fue a probarse al cuadro azucarero, donde no deslumbro lo suficiente para quedarse.

Pero llego el momento de su anhelado sueño: el debut. Se le dio con los Patriotas F.C. en un partido contra Dimerco-Popayan en Pasto. Salió de titular, con 19 años y el número 15 en su espalda. Cuando transcurría el minuto 23 logró lo más bonito del fútbol: el gol. Gracias a ese su equipo ganó 2-1. Fue un día que jamás olvidará, el mejor estreno posible.

Pero el futuro no era tan alentador. Cuando estaba casi todo listo para firmar por el Deportivo Melipilla, de la segunda división chilena, los médicos le encontraron que sufría de miocarditis viral, un problema cardíaco que lo obligaba a parar por un par de años. Regreso a su casa, en donde estudio educación física. Después de dos años comenzó a ver la luz al final del túnel. Se iba a formar un equipo en Buenaventura, pero resultó ser una pérdida de tiempo y dinero. No se desanimó y continuó entrenando. En ese momento apareció Juventud Unida, quien le extendió la mano. Tras tres meses, el conjunto lo mando a Ecuador, para que pasara a formar parte del Deportivo Quevedo, donde jugó durante seis meses en la división de plata de la liga ecuatoriana. Regresó al país para integrarse a las filas del Girardot Fútbol Club, donde estuvo por otros 6 meses.

Viajó a Neiva para probarse con el Huila. Permaneció entrenando por tres meses y el técnico en aquel entonces, Javier Álvarez, lo pidió para reforzar a los opitas, pero a Hidalgo le es imposible explicar porque no firmo, ya que él estaba reunido con el presidente y el técnico del club cuando este lo pidió. Recorrió unos cuantos kilómetros hasta llegar a Bucaramanga, en donde tuvo diferencias con la directiva por incumplimiento de pagos y demás. Fue la gota que derramó el vaso, ya que tras esto, dejó el fútbol.

Luego de más de un año sin jugar, un empresario de Medellín le hizo una propuesta. Supuestamente existía un interés del conjunto Nueva Chicago en Argentina para contar con sus servicios. Se fue al sur del continente, confiando en su palabra, pero todo fue mentira. Ni corto ni perezoso, Wilmar se puso el traje de overol y comenzó a tocar puertas. El club JJ Urquiza, de la Primera C le abrió sus puertas. Tras una semana de prueba ya hacia parte del equipo, pero por falta de permisos no podía jugar aún. Tras casi tres meses pudo iniciar su carrera en el fútbol gaucho. Cuando tenía todo en regla quedaban nada más nueve partidos, de los cuales jugó siete y marco dos goles. Al finalizar la temporada, por diferencias con el presidente, no continuó en el club. Sportivo Barracas , club de barrio en la Primera D, le permitió prolongar su sueño argentino. “Fue descender una categoría para seguir creciendo”

En estos momentos es el dueño de la camiseta número 7, su club está peleando por entrar al reducido el próximo año y pelear por el ascenso, y él, él pelea por ser goleador del torneo, que sus goles lo hagan volar más alto y que cada vez lo acerquen más a el sueño argentino.

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